martes, 31 de mayo de 2011

El tiempo es demasiado corto.

El problema no es que no sea conformista, no es que me tenga que acostumbrar a satisfacerme con poco, a poder llegar a sentirme bien con cosas pequeñas... el problema es que no tengo fuerzas para que esa sensación de bienestar persista por mucho tiempo. Sufro mientras la paso bien pensando en que muy pronto todo lo lindo acabará, pienso en que el tiempo es demasiado corto para todo lo bueno.

Volví de Capital en tren e increíblemente pude enganchar un asiento donde, casi sin darme cuenta, el sueño ganó a todos mis sentidos. Dormida en medio del apretujón incómodo del momento, inconscientemente reconocí que no había momento más oportuno para aprovechar para descansar; el tiempo es demasiado corto para todo lo bueno...

Tal era el cansancio que desperté casi con suerte en una estación donde, a pesar de que no estaba tan lejos de casa, nunca solía bajar. Bajé del tren algo perdida, soñolienta, y me subí al colectivo.
Minutos después recordé que ese mismo camino que estaba haciendo ahora con el chofer era el mismo que hacía todas las tardes al volver del colegio. Volví a vivir esa experiencia de ver a los chicos subir en las mismas paradas con sus mamás, de ver de nuevo los mismos locales, pasear por las mismas calles, disfrutar del sol a través de mi ventana... de un sol que ahora sí podía ver, que todavía existía en el cielo; ahora sólo suelo salir sólo cuando viajo, cuando todavía (o ya) es de noche y sentir el calor de esos rayos me hizo sentir algo nostálgica. En esos pocos segundos en los que recordé todas esas sensaciones mientras las volvía a vivir, me dí cuenta de que no podía terminar de disfrutarlo del todo como antes; no puedo hacerlo, sin querer ya pienso en tantas cosas que ni siquiera mi cabeza tiene tiempo de captar estas cosas por demasiado tiempo como para disfrutarlo...

¿Y yo me quejaba porque tenía que estudiar diez páginas? Dios... el tiempo es demasiado corto para todo lo bueno, en serio.

miércoles, 20 de abril de 2011

Se están equivocando de chica.

Primera conclusión: QUÉ ONDA? Desde cuándo me pasan estas cosas a MÍ? El mundo se está volviendo loco, o algo así. Definitivamente.

Caso 1: E
n el kiosko.

Yo - Hola, cómo estás?
Él - Muy bien, vos?
Yo - Bien, gracias. Tenés endendedor?
Él - Sí.

[...]

Él - Por qué tanta bondad?
Yo - Bondad? Por qué bondad?
Él - No sé, las chicas lindas como vos siempre nos tratan mal cuando nos piden algo.

[Momento incómodo de sonrojamiento, risas de "por qué decía eso", etc.]

Él - Tu vuelto, te doy en monedas, te deben servir mucho para el viaje.
Yo - WTF? Ah, bueno, gracias.
Él - De nada linda.

Caso 2: El francés.

Situación en la que levanto los platos principales y ofrezco postre. A esto el francés responde:

- No, gacias. Estoy muy enfegmó...
Yo - Hay que cuidarse.
Él - Sólo necesitó que te acegques a mi oidó y me digas que me quiegues muchó...

[Otro momento incómodo de sonrojamiento]

Caso 3: El de Seguridad.

Cuando al principio me pidió acompañarme a tomar la combi para no volver sola me pareció tierno y acepté; cuando empezó con las invitaciones a cenar y a tomar helado, ya vi sus intenciones y le hice ver sutilmente que no quería nada de cosas relacionadas con citas a solas porque estaba de novia; pero cuando empezó a seguirme a todos lados, a preguntarme cuáles eran mis horarios de salida, y cuáles eran mis horarios de descanso, ya me pareció un pesado. Ya no sé si mentirle o decirle mi horario de salida verdadero para no coincidir con el suyo, ¡pero eso no es lo peor! Esto sí merece ser citado:

Él - Mañana a qué hora salís?
Yo - Eh... a las diez.
Él - Si querés puedo pasarte a buscar.
Yo - A buscarme?!
Él - Sí, yo salgo a las dos de la tarde pero puedo pasar igual por vos, querés?
Yo (pensamiento rápido) - Em, viene a buscarme mi novio.
Él - Uh, qué bajón...
Yo - Bajón, por qué?!
Él - No, porque no cruzaríamos todos!
Yo - Te agradezco, pero no, gracias.

Es un viejo cuarentón, con la pelada a medio vivir, y con una altura que apenas sí sobrepasa mis hombros, ¿Qué podía sospechar? Ahora sólo pienso en que no quiero cruzármelo, y en que quiero que todos los días mi novio pase a buscarme a la salida del trabajo :(.

jueves, 24 de marzo de 2011

Creciendo.

Esta es mi tercera semana en Novotel, el Lunes 28 de Marzo empiezo las clases en la facultad... y mi miedo sólo se concentra en una sola cosa: La falta de vida.
Voy a empezar a ir a la facultad de ocho a doce y voy a seguir yendo al trabajo nueve horas diaras por la tarde/noche, lo que significa que voy a tener que irme a dormir a eso de la una de la mañana para volver a levantarme a las seis. A eso tengo que sumarle las ganas de tengo de seguir viendo a mis amigos/as, a mi novio, de estar al día con mi casa y mi familia. Alcanazaré para todo?

Todavía no soy empleada efectiva, apenas si estoy en mi primer mes de los tres meses de prueba, y adoro mi trabajo, quisiera seguir durando durante mucho años más, quiero aprender, quiero ser lo mejor que pueda ofrecer... pero cinco horas de sueño por día van a ser catastróficos si quiero acostumbrarme.

Éstos días anduve atendiendo a varios actores conocidos, pero anoche atendí a Francella. Espero que experiencias como estas hagan que todo se me haga más y más leve.

lunes, 14 de marzo de 2011

Abundancia insuficiente.

Cualquiera podría decir que tres años bastan y sobran para demostrar tanto amor. Cualquiera diría que los años desgastan y la convivencia llega a ser tediosa, que ya no es necesaria la pasión, la química, el sentimiento, ni siquiera la amistad. Pero yo digo lo contrario, y afirmo que la suma de los años, el paso del tiempo, hacen que esto que llevo adentro sea más grande y existan menos posibilidades de hacerte dar una idea de lo demasiado que significás, de todo lo que dependo de vos. Cada día hacés que te ame un poquito más y por consiguiente, se me hace cada vez más difícil demostrártelo con palabras, con hechos que no son nada a comparación de lo que me hacés sentir.

No sé cómo hacía para mantenerme de pie mientras todavía no existías a mi lado porque sos mi milagro, lo más hermoso que pude tener, sos mi sostén, la fuerza de mi alma, lo que me hace vivir, y me es humanamente imposible demostrártelo.
Feliz aniversario. Suplico que nunca te alejes de mí.

jueves, 10 de marzo de 2011

Debut hotelero.

Ayer debuté, y me encantó, pero me terminó doliendo todo.

Apenas llegué me presentaron a mis compañeros de trabajo momentáneos -digo momentáneos porque mi horario es intermedio y me cruzo tanto a los del turno de la mañana como a los de turno noche-. Me llevaron a comer, conocí al chef, a los ayudantes de cocina, a la pastelera, a todos.
La cocina, los salones, todos los ascensores -que para mí eran como entradas secretas porque estaban casi escondidos y habían varios que sólo podíamos usar nosotros: "el staff"-, el vestuario, todos los baños, el spa, el gimnasio, el garage, la terraza, la pileta... todo, todos los lugares donde podría llegar a ir.

No atendí a demasiada gente directamente porque digamos que, lógicamente, todavía no estoy pulida. Sin embargo y por primera vez en mi vida tuve una charla deliberada con gente de afuera. La mayoría eran brasileros, y a pesar de que mis nervios no me dejaban entender un idioma tan parecido al castellano, siempre vinieron a mi rescate mis compañeros; y no importa, por ahí con los que hablaban en inglés fue un "Hi, could you bring me a beer", pero estuve frente a ellos, me crucé a varios cuando hice el room service y me sentí realmente cómoda :).

Como con todo, igualmente, hubieron momentos en los que no me sentí tan cómoda. No con el lugar en sí, claro, sino conmigo misma. Veía a mis compañeros tan activos, de acá para allá, con tan poco tiempo para hacer otra cosa, que inconcientemente me sentí disminuída, incapacitada, hasta podría decir que inútil... al ser todos tan exigentes, lo que menos quería era dar lugar a reproches o malas caras, y el hecho de no sentirme bien con el "ay, esto lo quiero hacer bien pero todavía no puedo" limitaba mis expectativas, no me permitía sentirme satisfecha conmigo misma y mis capacidades.

A pesar de todo, me gustó muchísimo. Mis compañeros (varones, porque me quedo hasta el turno noche, cuando la mayoría de los camareros que quedan son hombres) son divinos, los jefes debidamente exigentes, y el lugar y huéspedes, hermosos.
Espero que el hecho de ser la más chiquita de todos los empleados del hotel no me inhiba a hacer las cosas tan bien como ellos. Ojalá que hoy me vaya muchísimo mejor que ayer, que me pueda desenvolver mejor, que los nervios no me dominen a tal punto de dejar caer cuchillos como ayer.
Espero que estén contentos conmigo, eso es lo que más quiero. Quiero dar lo mejor de mí y hacerles saber que estoy haciendo todo lo posible para que no se hayan arrepentido de haberme elegido. Quiero superarme, ser mejor cada día. Quiero demostrarles que realmente tengo ganas de trabajar excelentemente y no cansarme jamás de esto.

Estoy contenta :).

domingo, 6 de marzo de 2011

Mi luz en la oscuridad

Los gritos rutinarios de mamá son mi despertador en las mañanas y mi canción de cuna a la hora de las siesta. Siempre están ahí, omnipresentes, altos, como queriendo en cierta manera que te encariñes con ellos.

Sin embargo, el momento ideal que eligen los gritos para hacerse presentes es durante la madrugada, bajo cualquier pretexto, cuando casi no hay otro sonido que los interrumpa y sólo quede espacio para ellos y nada más.

Al ser una casa chiquita todo retumba en todas partes y aunque de que hables en voz baja, siempre se va a terminar escuchando algo. Mi papá, a todo esto, sólo se limita a tratar de dar la razón con tal de calmar aunque sea levemente los arranques de voces fuertes... un "Pará, dejalas dormir, ellas están durmiendo", es lo más exagerado que pude llegar a escuchar de él, para bajar el volumen, para vanamente tratar de que mis hermanas y yo no despertemos.

Sé que suena cruel decir esto, pero por otra parte, da la impresión de que a mamá no le interesan las reacciones en casa al respecto. Ella grita mientras estamos durmiendo... y jamás noté que hiciera algo para hacerlo más sutil. Nunca cerró la puerta al salir de la pieza y se enojaba más si buscabas un método para escucharla menos (ya sea dándole un portazo en la cara o poniéndote algodón en los oídos). Entonces nos conformamos tratando de hacer oídos sordos y volver a dormir...

Una noche, en medio de una discusión en la que obviamente mamá usaba tramposamente sus gritos como arma mortal, mi papá se dirigió sutilmente al baño, pero me dí cuenta de que no fue para hacer nada en particular. Se acercó a nuestra pieza y con todo el sigilo que pudo cerró la puerta, sin movimientos rápidos, sin ruido alguno.

Los gritos seguían escuchándose, pero ahora, lamentablemente, sólo eran una tortura directa para los oídos de papá.

Él es lo más tierno que existe.

jueves, 3 de marzo de 2011

Así fue.

Un Domingo 16 de Enero, en medio de las piletas de Parque Norte, me enteré de que todas las noches sin sueño, dolores y vómitos de mi hermana mayor se debían a una hepatitis que no la dejaba respirar.

Haciéndose todo demasiado rápido, el Lunes 17 siguiente me encontré en una entrevista en Sofitel, un hotel cinco estrellas de Retiro. Preparé mi curriculum, maquillé mi cara, peiné mi pelo y pensaba invertir la mejor sonrisa que me saliera en aquella entervista a la cual, a pesar de la tristeza que me provocaba la enfermedad de mi hermana, tenía la obligación de asistir.

Una hora después, salí del hotel con ilusiones de trabajo pero con la angustia de temer por la salud de mi hermana. Caminando una cuadra encontré una iglesia, grande, algo antigua, ya la conocía. Decidí entrar y al encontrarla totalmente vacía, sólo para mí, aproveché la posibilidad de elegir el lugar que quisiera.
Tomé asiento sin saber siquiera qué pensar, cabizbaja. Pensé en la charla de mi reciente entrevista, en las ganas que tenía de que me volvieran a llamar... y después pensé en mi hermana.

Para mi sorpresa las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos como desesperadas, impotentes, como si hubieran estado atrapadas en mis pupilas desde que escuché esa palabra tan fuerte: "hepatitis".
Ni siquiera sabía si rezaba. Hablaba en voz baja suplicando por su salud, llorando en medio de una iglesia totalmente vacía como si me encontrase en los momentos culminantes de una novela mexicana. Le explicaba al altar que tener este trabajo ayudaría mucho a mi hermana, a sus estudios, a su mejoría. Necesitaba y deseaba con todas mis fuerzas que mejore, y el "Amén" que salió sollozando imploró por última vez que Así Sea, agonizante.

Varios días después me di cuenta de que no iba a tener el trabajo y veía que mi hermana no mostraba demasiada mejoría, lo notaba en sus ojos amarillos, en su hígado exageradamente débil. Así fue como me encerré en mi desolación, pesimista, agustiada, sin esperar nada más, sólo lo peor.
A pesar de todo la acompañaba cada día que podía al sanatorio para sus estudios y controles. Pasaban los días y ella en su desgastada fuerza siempre trató de mejorar...

Luego me llamaron de otro lugar, no muy distinto del hotel cinco estrellas, y a pesar de que me limité a no ilusionarme, me volvieron a llamar otra vez, y otra vez... hasta que me dijeron que me querían trabajando ahí.
Mi hermana mejoró, se curó, empezó a trabajar de nuevo. Y el Miércoles 9 de Marzo, va a ser mi primer día de trabajo en Novotel, un hotel cuatro estrellas que forma parte de una cadena de hoteles donde también está incluída Sofitel...

Éstos días pienso volver a Retiro y dejar flores en la última iglesia que visité, donde lloré. Porque así fue, así se hizo, mis súplicas se cumplieron de esta manera.