Finalmente y después de algunos años, pude volver al lugar de mis sueños.
Llegué a El Chaltén pero sabía que esta vez sería diferente. Porque mi situación era otra. Porque yo era otra, y porque esta vez ya no iría sola. Tomás, mi acompañante, rebosaba de alegría. Era la primera vez que se subía a un avión. Le dejé el lado de la ventana a la ida.
Me di cuenta de que aunque yo no tenía su mismo entusiasmo y de que pasaría fechas sensibles en ese lugar (¿por qué nunca fui con mi ex a este lugar tan lindo?), al menos estaba contenta de volver allá, y encima acompañada de quien fue mi mejor amigo. Todo sería perfecto en mi pequeño paraíso.
Pero NO.
Como si oliera mi situación, como si leyera mis pensamientos a miles de kilómetros de distancia, un mensaje suyo me llegó tan sólo un día después de haber llegado a destino:
"Encontré en mi computadora más documentación tuya...[...]"
Con Tomi estábamos yendo a cenar y leer el nombre de Tuto en mi wpp provocó esa típica patada en el pecho que ya conocía. Y no por ser Él, sino porque sus mensajes eran avisos de que, al menos por lo que yo entendí, me estaba mandando cosas mías de hace años porque las iba a borrar de su PC. Todas.
Le expliqué que no tendría acceso a una compu hasta dentro de unos días, que luego vería lo que me mandó. Luego le agradecí, muerta de ganas de decirle cosas menos frías.
Desde entonces comprendí que no importa dónde vaya y mucho menos con quién, su recuerdo y el pesar por su falta siguen acompañándome.
Por fuera creo que no se notaba. Sonreía, charlaba, vivía. Sonreía también en algunas fotos, pero por dentro había una Liza que seguía llorando y que aprendí a guardar. Podía sentir un hueco en el pecho y aún así no quebrar. A veces sí, se me notaba un poco fría, seria. De pronto y sin querer contestaba mal. Pero pasaba. Los días pasaban, y Tomi me acompañaba. Una tarde no me aguanté, me puse a llorar frente a él y Tomi terminó consolándome. Esa tarde no salimos. Me sentía una salame.
Al regresar, todo era un caos. Había que limpiar y ordenar muchas cosas.
Hoy, mientras seguía ordenando para hacer lugar, encontré una carpeta y la abrí para ver si había algo para tirar. Fotocopias de documentos, actas, diplomas y atrás de todo, al fondo de la carpeta, otra carpeta más, improvisada. La abrí también... Y encontré unas líneas que no recordaba cuándo leí por última vez.
Era la carta de 22 hojas que Tuto me había mandado cuando me fui de viaje de egresados a Bariloche. Con la mano en la boca y mientras la Lizita que guardaba lloraba otra vez adentro mío, leí esas palabras unos segundos. "Y pensar que en este viaje estaba segura de que nunca volvería a extrañarlo tan fuerte" pensé. Y guardé todo tratando de volver al orden de toda la ropa.
Después recordé lo que me mandó cuando estaba de viaje en El Chaltén.
Me dio miedo. Qué distinto este mensaje de la larga carta, que veo tan lejana, de años atrás.
Yo sabía lo que me provocaría ver eso. Fuera lo que fuera.
Pero lo abrí igual. Nunca NO me fijé algo que Él me haya mandado... Y suspiré al ver.
Eran sólo archivos, como me dijo. Ninguna foto. Y aunque eran re poquitos, casi todos contenían cosas re sensibles para mí. Cosas de ambos. Abrí uno de ellos y terminó de partírseme el corazón.
La versión digital de la carta de 22 hojas estaba frente a mí. No podía creer que después de tanto tiempo, me encontrara con este tipo de dosis de tortura de manera tan seguida: una hacía un ratito, sin querer, en modo papel, y ahora en un archivo digital que Él me mandó hacía unos días.
Uno de los recuerdos más lindos que Él mismo hizo para mí, ahora hacía que me doblara de tristeza. Y todo el trabajo que se tomó en hacerlo... "¿Esto va a borrar también?" pensé.
No sé si fue el rejunte por haber vuelto a Buenos Aires, por tener que volver de mis vacaciones al trabajo o qué, pero supe que hoy no sería una buena tarde. Lloré, pensé en Él. Volví a llorar, pensé en Él. Deseaba con todas mis fuerzas mandarle alguna demostración de cariño aunque sea telepáticamente, si así se pudiera. Un beso o alguna caricia. Aunque sea una mirada. Algo que él pudiera al menos corresponder.
Es una lucha querer y extrañar tanto a alguien y no poder hacer nada al respecto.
Sólo quería dormir y desaparecer. Resetearme. No sentir.
Porque lloré por angustia y miedo. Miedo a que, después de tantos años, el hombre que alguna vez me amó tanto borre toda nuestra historia no sólo de su PC...
Sino también de su memoria.
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