Mi obsesión por mantener todo prolijito y ordenado me quiere llevar a relatar todo lo que me pasó desde agosto del 2020 hasta ahora, como si fuera un diario. Pero fueron tantas las cosas que sucedieron, que me es imposible recordar todo y explayarme como quisiera.
Así que, al menos en este post, quisiera hacer un paréntesis en toda esta historia. El paréntesis original es mucho más largo que el que voy a hacer ahora, pero creo que será la primera vez que NO voy a hablar de la persona por la que lloro todavía.
Su nombre es Tomás.
Súper irrelevante al principio. Tanto él para mí como yo para él. Ambos habíamos empezado el primer año en el ISER en el 2022 (otra historia a contar luego) en un grupo de 15 personas y, de última, lo único que me llamaba la atención de él los primeros días era que me irritaba que hiciera comentarios por lo bajo a otros compañeros mientras algún profesor hablaba. Porque hasta hablando bajito su voz grave acaparaba todo el aula 😑 (estudiamos locución. Las voces "fuertes" rebosan tanto en ese edificio como el agua en un vaso muy lleno).
Al pasar los meses, nos fuimos identificando uno con el otro porque más allá de que formábamos vínculos con los demás compañeros, nosotros dos éramos unos de los más tímidos, callados o de perfil bajo de todo el equipo. Mientras los demás regodeaban de sus logros profesionales y dotes locuaces; o mientras iban encontrando motivos para criticar a otros, nosotros nos quedábamos en una esquina con la boca torcida por la risa o mirándonos de manera cómplice. Porque los veíamos como estudiantes como nosotros, que se creían estrellas de las radios más reconocidas. "Suele pasar en este rubro" nos dijeron siempre.
Cuestión. Nos fuimos haciendo amigos. Las historias y anécdotas que nos contábamos hacían que el vínculo evolucione a algo mucho más agradable. No sólo me gustaba su forma de trabajar académicamente y admiraba su voz, sino que ahora además me gustaba mucho su compañía. Charlábamos mucho, nos hicimos grandes amigos. De no significar nada para mí, pasó a estar a la altura de las personas más importantes en mi vida.
Y lo digo en serio. Así como me agarraba bronca si él me contaba que alguien o alguna situación lo lastimó, él se prestaba siempre de la misma manera para recibir mis llantos repetitivos por la misma persona; me escuchaba con la misma atención que al principio cada vez que volvía a llorar por una nueva frustración con algún tipo. Hasta me acompañó cuando estuve internada durante las vacaciones del primer año. Hacía mucho no tenía cerca de mí a alguien tan presente.
Mi Tomilín le decía con voz de idiota antes de abrazarlo al encontrarnos. Me sentía una goma al decirlo así pero también sabía que él me aceptaba de esa manera. Lo adoraba y sabía que él a mí.
Pero mi ingenuidad hizo que se me saliera el tiro por la culata cuando me dijo que me empezó a ver de otra manera. Repito, la historia es mucho más larga que todo esto... pero por todo lo que sabía (o había entendido) era imposible que Tomi se fijara en alguien como yo. No podía ser.
Pero sí, fue así.
La pasé como el orto porque yo sabía que la distancia era la única manera de hacer más amena toda esta situación. Le planteé que no podríamos hablar más porque yo no podía ofrecerle lo que buscaba, y así fue durante días, sintiéndome culpable y triste porque lo conocía y porque entendía cómo se estaría sintiendo. Querer consolarlo y no poder era una mierda. Las relaciones humanas eran una mierda.
Y empecé a extrañarlo.
Él a veces se animaba a hablarme por whatsapp y yo le contestaba también a veces, tratando de ser cordial sin perder la distancia que necesitábamos para calmar las aguas. Todas las personas a las que les contaba la situación me decían "dale, dale bola porque te lo saco yo" haciendo alusión a un atractivo en el que en realidad no me había fijado nunca hasta entonces.
La culpabilidad y tristeza pasaron a nostalgia. Quería estar con él pero tenía miedo. No me animaba. Había algo de mí que no quería saber nada con nada que tenga que ver con alguna nueva relación afectiva con alguien. No quería herir ni que me hieran.
Pero acá estoy. A mitad de segundo año nos animamos a decirles a todos nuestros compañeros que hacía poco estábamos saliendo y algunos hasta gritaron de emoción, entre otros gritos y comentarios que decían "¡¿Pero no era obvio?!". (Em... Para mí no). Ya dije que faltan detalles de esto. Pero él fue siempre, ante todo, mi mejor amigo. Tomi conoce mi pasado, secó mis lágrimas, me acompañó en situaciones y lugares que ni en pedo me hubiera podido o querido acompañar otra persona... Y todo espontáneamente, sin que yo se lo pidiera. Sin pedir nada a cambio.
Otra cosa buena de todo esto es que después de todo lo que pasó, de todo lo que sabe, sigue siendo mi mejor amigo. Podemos hablar del pasado y él ELIGE seguir a mi lado a pesar de mis fantasmas; hablamos del presente y aprendí sobre la comunicación asertiva y la sensibilidad al transmitir lo que nos pasa; la empatía, la paciencia... Y sí, aunque lo hacemos con miedo (más yo)... También hablamos del futuro de vez en cuando.
Aunque a veces todo sigue siendo raro para mí, Tomi aprendió a conocerme en muy poco tiempo, pero de ahí a seguir eligiéndome y apoyarme a pesar de eso... Eso es algo que no todos logran o quieren hacer. Por eso es tan valioso.
Todo esto me mostró también que puedo desaprender mis patrones, porque él está casi fuera de todas las características que solía buscar en los varones, al menos de manera inconsciente. Sólo voy a mencionar algunos detalles suyos:
Es alto, sí, pero esbelto. Mi miedo y apego a los abrazos de antes me hacían sentir alienada, pero hoy al menos me ayudan a tranquilizarme en momentos de adversidad. Me calman mucho en noches de angustia.
Su pelo castaño y abundante fue creciendo a medida que nuestra relación avanzaba. Es un pelo que mayormente suele atarse en días de calor, pero cuando decide tenerlo suelto lo envidio: paso mis dedos como peinándolo y no hay una gota de enredo. Algunas veces las puntas onduladas le tapan las mejillas levemente sombreadas por la barba. Los mechones de pelo suelto también le tapan unos ojos de color verde que cambia con el sol... Un color que casi no se le nota cuando me mira fijo porque cuando lo hace, se le dilatan las pupilas.
Mi hermana mayor lo gasta diciéndole que es Jesús. Yo sonrío al recordar esto, porque al escribir estas líneas pienso en que tal vez lo que me llegó por fin es justamente ese alguien que tiene las virtudes que yo de verdad deseaba en alguien: que sea amoroso, comprensivo, humilde, desinteresado, sensible y entregado. Pacífico, paciente, tranquilo. Así como dicen que fue ese tal Jesús. Un ángel que pareciera que bajó para sacarme del pozo donde a veces me sigo hundiendo, y que me acepta con todos los defectos que descubrió en mí antes incluso de amarme como dice que me ama ahora.
Sonaré flashera, pero posta esto es algo que se lo planteé a mi psiquiatra, y ella coincidió conmigo: los seres humanos somos menos que un granito de arena en el desierto más inmenso de la Tierra. Menos que un residuo de polvo en medio de toda nuestra galaxia; El cosmos es tan vasto y el tiempo, tan limitado para nosotros... La vida humana es tan finita en comparación a la historia de este universo, que volver a encontrar a alguien que exista en el mismo tiempo que vos, teniendo más o menos los valores que buscás, y encima tenga todas estas virtudes... Todo esto hace que no pueda evitar sentirme...
No sé si enamorada, reconozco que todavía me cuesta.
Pero sí, al menos, agradecida.
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