martes, 5 de marzo de 2024

Las compus tienen memoria pero no sienten

Finalmente y después de algunos años, pude volver al lugar de mis sueños.

Llegué a El Chaltén pero sabía que esta vez sería diferente. Porque mi situación era otra. Porque yo era otra, y porque esta vez ya no iría sola. Tomás, mi acompañante, rebosaba de alegría. Era la primera vez que se subía a un avión. Le dejé el lado de la ventana a la ida.

Me di cuenta de que aunque yo no tenía su mismo entusiasmo y de que pasaría fechas sensibles en ese lugar (¿por qué nunca fui con mi ex a este lugar tan lindo?), al menos estaba contenta de volver allá, y encima acompañada de quien fue mi mejor amigo. Todo sería perfecto en mi pequeño paraíso.

Pero NO.

Como si oliera mi situación, como si leyera mis pensamientos a miles de kilómetros de distancia, un mensaje suyo me llegó tan sólo un día después de haber llegado a destino:

"Encontré en mi computadora más documentación tuya...[...]"

Con Tomi estábamos yendo a cenar y leer el nombre de Tuto en mi wpp provocó esa típica patada en el pecho que ya conocía. Y no por ser Él, sino porque sus mensajes eran avisos de que, al menos por lo que yo entendí, me estaba mandando cosas mías de hace años porque las iba a borrar de su PC. Todas.

Le expliqué que no tendría acceso a una compu hasta dentro de unos días, que luego vería lo que me mandó. Luego le agradecí, muerta de ganas de decirle cosas menos frías.

Desde entonces comprendí que no importa dónde vaya y mucho menos con quién, su recuerdo y el pesar por su falta siguen acompañándome.

Por fuera creo que no se notaba. Sonreía, charlaba, vivía. Sonreía también en algunas fotos, pero por dentro había una Liza que seguía llorando y que aprendí a guardar. Podía sentir un hueco en el pecho y aún así no quebrar. A veces sí, se me notaba un poco fría, seria. De pronto y sin querer contestaba mal. Pero pasaba. Los días pasaban, y Tomi me acompañaba. Una tarde no me aguanté, me puse a llorar frente a él y Tomi terminó consolándome. Esa tarde no salimos. Me sentía una salame.

Al regresar, todo era un caos. Había que limpiar y ordenar muchas cosas.

Hoy, mientras seguía ordenando para hacer lugar, encontré una carpeta y la abrí para ver si había algo para tirar. Fotocopias de documentos, actas, diplomas y atrás de todo, al fondo de la carpeta, otra carpeta más, improvisada. La abrí también... Y encontré unas líneas que no recordaba cuándo leí por última vez.

Era la carta de 22 hojas que Tuto me había mandado cuando me fui de viaje de egresados a Bariloche. Con la mano en la boca y mientras la Lizita que guardaba lloraba otra vez adentro mío, leí esas palabras unos segundos. "Y pensar que en este viaje estaba segura de que nunca volvería a extrañarlo tan fuerte" pensé. Y guardé todo tratando de volver al orden de toda la ropa.

Después recordé lo que me mandó cuando estaba de viaje en El Chaltén.

Me dio miedo. Qué distinto este mensaje de la larga carta, que veo tan lejana, de años atrás.

Yo sabía lo que me provocaría ver eso. Fuera lo que fuera.

Pero lo abrí igual. Nunca NO me fijé algo que Él me haya mandado... Y suspiré al ver.

Eran sólo archivos, como me dijo. Ninguna foto. Y aunque eran re poquitos, casi todos contenían cosas re sensibles para mí. Cosas de ambos. Abrí uno de ellos y terminó de partírseme el corazón.

La versión digital de la carta de 22 hojas estaba frente a mí. No podía creer que después de tanto tiempo, me encontrara con este tipo de dosis de tortura de manera tan seguida: una hacía un ratito, sin querer, en modo papel, y ahora en un archivo digital que Él me mandó hacía unos días.

Uno de los recuerdos más lindos que Él mismo hizo para mí, ahora hacía que me doblara de tristeza. Y todo el trabajo que se tomó en hacerlo... "¿Esto va a borrar también?" pensé.

No sé si fue el rejunte por haber vuelto a Buenos Aires, por tener que volver de mis vacaciones al trabajo o qué, pero supe que hoy no sería una buena tarde. Lloré, pensé en Él. Volví a llorar, pensé en Él. Deseaba con todas mis fuerzas mandarle alguna demostración de cariño aunque sea telepáticamente, si así se pudiera. Un beso o alguna caricia. Aunque sea una mirada. Algo que él pudiera al menos corresponder.

Es una lucha querer y extrañar tanto a alguien y no poder hacer nada al respecto.

Sólo quería dormir y desaparecer. Resetearme. No sentir.

Porque lloré por angustia y miedo. Miedo a que, después de tantos años, el hombre que alguna vez me amó tanto borre toda nuestra historia no sólo de su PC...

Sino también de su memoria.

viernes, 23 de febrero de 2024

La mano que me sacó del pozo

Mi obsesión por mantener todo prolijito y ordenado me quiere llevar a relatar todo lo que me pasó desde agosto del 2020 hasta ahora, como si fuera un diario. Pero fueron tantas las cosas que sucedieron, que me es imposible recordar todo y explayarme como quisiera.

Así que, al menos en este post, quisiera hacer un paréntesis en toda esta historia. El paréntesis original es mucho más largo que el que voy a hacer ahora, pero creo que será la primera vez que NO voy a hablar de la persona por la que lloro todavía.

Su nombre es Tomás.

Súper irrelevante al principio. Tanto él para mí como yo para él. Ambos habíamos empezado el primer año en el ISER en el 2022 (otra historia a contar luego) en un grupo de 15 personas y, de última, lo único que me llamaba la atención de él los primeros días era que me irritaba que hiciera comentarios por lo bajo a otros compañeros mientras algún profesor hablaba. Porque hasta hablando bajito su voz grave acaparaba todo el aula 😑 (estudiamos locución. Las voces "fuertes" rebosan tanto en ese edificio como el agua en un vaso muy lleno).

Al pasar los meses, nos fuimos identificando uno con el otro porque más allá de que formábamos vínculos con los demás compañeros, nosotros dos éramos unos de los más tímidos, callados o de perfil bajo de todo el equipo. Mientras los demás regodeaban de sus logros profesionales y dotes locuaces; o mientras iban encontrando motivos para criticar a otros, nosotros nos quedábamos en una esquina con la boca torcida por la risa o mirándonos de manera cómplice. Porque los veíamos como estudiantes como nosotros, que se creían estrellas de las radios más reconocidas. "Suele pasar en este rubro" nos dijeron siempre.

Cuestión. Nos fuimos haciendo amigos. Las historias y anécdotas que nos contábamos hacían que el vínculo evolucione a algo mucho más agradable. No sólo me gustaba su forma de trabajar académicamente y admiraba su voz, sino que ahora además me gustaba mucho su compañía. Charlábamos mucho, nos hicimos grandes amigos. De no significar nada para mí, pasó a estar a la altura de las personas más importantes en mi vida.

Y lo digo en serio. Así como me agarraba bronca si él me contaba que alguien o alguna situación lo lastimó, él se prestaba siempre de la misma manera para recibir mis llantos repetitivos por la misma persona; me escuchaba con la misma atención que al principio cada vez que volvía a llorar por una nueva frustración con algún tipo. Hasta me acompañó cuando estuve internada durante las vacaciones del primer año. Hacía mucho no tenía cerca de mí a alguien tan presente.

Mi Tomilín le decía con voz de idiota antes de abrazarlo al encontrarnos. Me sentía una goma al decirlo así pero también sabía que él me aceptaba de esa manera. Lo adoraba y sabía que él a mí.

Pero mi ingenuidad hizo que se me saliera el tiro por la culata cuando me dijo que me empezó a ver de otra manera. Repito, la historia es mucho más larga que todo esto... pero por todo lo que sabía (o había entendido) era imposible que Tomi se fijara en alguien como yo. No podía ser.

Pero sí, fue así.

La pasé como el orto porque yo sabía que la distancia era la única manera de hacer más amena toda esta situación. Le planteé que no podríamos hablar más porque yo no podía ofrecerle lo que buscaba, y así fue durante días, sintiéndome culpable y triste porque lo conocía y porque entendía cómo se estaría sintiendo. Querer consolarlo y no poder era una mierda. Las relaciones humanas eran una mierda.

Y empecé a extrañarlo.

Él a veces se animaba a hablarme por whatsapp y yo le contestaba también a veces, tratando de ser cordial sin perder la distancia que necesitábamos para calmar las aguas. Todas las personas a las que les contaba la situación me decían "dale, dale bola porque te lo saco yo" haciendo alusión a un atractivo en el que en realidad no me había fijado nunca hasta entonces.

La culpabilidad y tristeza pasaron a nostalgia. Quería estar con él pero tenía miedo. No me animaba. Había algo de mí que no quería saber nada con nada que tenga que ver con alguna nueva relación afectiva con alguien. No quería herir ni que me hieran.

Pero acá estoy. A mitad de segundo año nos animamos a decirles a todos nuestros compañeros que hacía poco estábamos saliendo y algunos hasta gritaron de emoción, entre otros gritos y comentarios que decían "¡¿Pero no era obvio?!". (Em... Para mí no). Ya dije que faltan detalles de esto. Pero él fue siempre, ante todo, mi mejor amigo. Tomi conoce mi pasado, secó mis lágrimas, me acompañó en situaciones y lugares que ni en pedo me hubiera podido o querido acompañar otra persona... Y todo espontáneamente, sin que yo se lo pidiera. Sin pedir nada a cambio.

Otra cosa buena de todo esto es que después de todo lo que pasó, de todo lo que sabe, sigue siendo mi mejor amigo. Podemos hablar del pasado y él ELIGE seguir a mi lado a pesar de mis fantasmas; hablamos del presente y aprendí sobre la comunicación asertiva y la sensibilidad al transmitir lo que nos pasa; la empatía, la paciencia... Y sí, aunque lo hacemos con miedo (más yo)... También hablamos del futuro de vez en cuando.

Aunque a veces todo sigue siendo raro para mí, Tomi aprendió a conocerme en muy poco tiempo, pero de ahí a seguir eligiéndome y apoyarme a pesar de eso... Eso es algo que no todos logran o quieren hacer. Por eso es tan valioso.

Todo esto me mostró también que puedo desaprender mis patrones, porque él está casi fuera de todas las características que solía buscar en los varones, al menos de manera inconsciente. Sólo voy a mencionar algunos detalles suyos:

Es alto, sí, pero esbelto. Mi miedo y apego a los abrazos de antes me hacían sentir alienada, pero hoy al menos me ayudan a tranquilizarme en momentos de adversidad. Me calman mucho en noches de angustia.

Su pelo castaño y abundante fue creciendo a medida que nuestra relación avanzaba. Es un pelo que mayormente suele atarse en días de calor, pero cuando decide tenerlo suelto lo envidio: paso mis dedos como peinándolo y no hay una gota de enredo. Algunas veces las puntas onduladas le tapan las mejillas levemente sombreadas por la barba. Los mechones de pelo suelto también le tapan unos ojos de color verde que cambia con el sol... Un color que casi no se le nota cuando me mira fijo porque cuando lo hace, se le dilatan las pupilas.

Mi hermana mayor lo gasta diciéndole que es Jesús. Yo sonrío al recordar esto, porque al escribir estas líneas pienso en que tal vez lo que me llegó por fin es justamente ese alguien que tiene las virtudes que yo de verdad deseaba en alguien: que sea amoroso, comprensivo, humilde, desinteresado, sensible y entregado. Pacífico, paciente, tranquilo. Así como dicen que fue ese tal Jesús. Un ángel que pareciera que bajó para sacarme del pozo donde a veces me sigo hundiendo, y que me acepta con todos los defectos que descubrió en mí antes incluso de amarme como dice que me ama ahora.

Sonaré flashera, pero posta esto es algo que se lo planteé a mi psiquiatra, y ella coincidió conmigo: los seres humanos somos menos que un granito de arena en el desierto más inmenso de la Tierra. Menos que un residuo de polvo en medio de toda nuestra galaxia; El cosmos es tan vasto y el tiempo, tan limitado para nosotros... La vida humana es tan finita en comparación a la historia de este universo, que volver a encontrar a alguien que exista en el mismo tiempo que vos, teniendo más o menos los valores que buscás, y encima tenga todas estas virtudes... Todo esto hace que no pueda evitar sentirme...

No sé si enamorada, reconozco que todavía me cuesta.

Pero sí, al menos, agradecida.

miércoles, 21 de febrero de 2024

Todos los caminos conducen a romA

Venía bien. Juro que venía bien.

Es decir, hubo alguna lágrima aislada mientras hacía cualquier cosa. Pero venía joya. Varios días sin llorar y semanas sin sentir desgano, de querer levantarme de la cama a hacer cosas, estar activa. Hasta me había leído un libro entero en menos de dos semanas. Todo un logro 👍🏻

Y hoy venía siendo un día de esos. Estaba en la PC, trabajando como siempre, escuchando música con los auriculares y sentada en el escritorio (¡No acostada en la cama en pleno mediodía, woho!). Spotify se me hizo monotemático y no encontré nada en la radio, así que elegí escuchar Youtube. Había una lista que había armado hacía mucho, así que le di play. Y re bien, en la lista habían piezas que no escuchaba hacía bastante. De hecho, tenía canciones y autores no muy conocidos por gente de mi edad. Estaba re cómoda escuchando... Hasta que algo la cagó.

Realmente fue de un segundo al otro. Conmigo en pleno estado autómata, ese sonido apareció en mis oídos y me sacó de toda abstracción. Reconocer la melodía después de tantos años (posta, no me había dado cuenta de que hacía tanto no la escuchaba) me cerró la garganta con un rayo gélido y doloroso. Y los ojos también empezaron a doler. No pude tragarme las lágrimas.

Me saqué los lentes mojados y hundí mi cabeza entre mis brazos, rendida por el llanto.

Sin Tu Latido es una canción de Luis Eduardo Aute.

La conocí de adolescente, un día que llegaba a la casa de Tuto desde la escuela. La oía desde todos los ambientes de la casa, y me gustó.

La escuchamos mucho estando juntos. A esa canción, y a otras que venían en un álbum que Aute grabó con Silvio Rodríguez en 1993. Yo no conocía a ninguno de estos dos cantantes hasta que llegué a la casa de Tuto aquella vez.

No sé si él lo sabrá, si lo recordará o si alguna vez se lo dije, pero desde entonces me fue imposible no relacionar con nosotros dos a Silvio Rodríguez y, especialmente a esta canción de Aute: Sin tu Latido.

Recuerdo que alguna vez el autor de esta canción vino a Buenos Aires y, aunque tuve ganas, no pude ir a verlo. Una lástima, porque el cantante fallecería en el 2020...

El mismo año en que mi ex y yo nos separamos.

Que el final de esta historia
Enésima autobiografía de un fracaso
No te sirva de ejemplo
Hay quien afirma que el amor es un milagro


viernes, 16 de febrero de 2024

"Vergüenza es llorar y que te vean"

Crecí habiendo aprendido que toda herida es curada por el tiempo, pero nunca creí que pondría tanto a prueba este dicho como en estos últimos momentos... O mejor dicho, en estos últimos años.

Este blog es bien específico así que más allá de que puedo hablar de otras cosas, sé también que puedo darme el lujo de ser irritablemente monótemática y tener acá muy presente, al menos por ahora, a sólo una persona: Tuto.

Sí. No importa toda la gente que haya conocido, todas las palabras de aliento que me hayan dado ni cualquier cualidad o virtud que yo pueda tener; Tuto dejó una herida muy grande, y la angustia que llevo dentro por él, a veces supera cualquier motivo que haya encontrado antes para sentirme mejor.

Wow, qué lujo, ¿no? Enterarte que sos tan importante para una persona, al punto de sufrir por vos durante AÑOS. Que alguien, sin importar lo que haga, sus logros o de qué trabaja, llore por vos literalmente casi todo el día, todos los días. Porque te extraña, porque te quiere y sabe que nunca más va a poder estar junto a vos.

Yo, sinceramente, si me enterara que esto le pasa por mí a alguien a quien yo no quiero... Y, la verdad que pobre, sí, pero sería incómodo. Y como sé que él nunca va a volver... Si no tiene idea de lo que me pasa, mejor. Blog blindado. Lo único que me faltaría es no poder superar un sufrimiento, andar dando pena y encima sentir vergüenza por eso porque la persona que lo causa lo sabe. 

En fin. Cuatro años van a ser desde que nos separamos. CUATRO. Y mientras él comenzó a rehacer su vida pocos meses después de cortar... pasan cuatro años y mientras yo pensaba que la etapa de superación ya había pasado para mí, me encuentro otra vez con que estoy gastando todas las servilletas de papel porque aún moqueo al recordar que no voy a poder volver a apretarle fuerte la mano en público mientras lo miro y sonrío con cara de pelotuda y sin miedo a su rechazo. Lloro en el trabajo, en mi casa, en el transporte público. Lamentable para cualquiera que me vea. Vergonzoso para mí. 

Pero posta. Es como llorar por alguien que falleció. O sea, nunca más poder mirarlo como antes. ¿Es posible llegar a entenderlo? No poder mirar sus ojos color miel al sol, ni contemplar su sonrisa ni la sutil cicatriz de sus labios. He pasado por algunas pérdidas estos años, pero definitivamente esto es distinto, porque yo a él lo consideraba mi familia, el futuro papá de los hijos que hasta entonces quería tener. Yo amaba a mi querido Tuto con el alma. Y casi cuatro años sin poder darle un abrazo a un ser amado es muy doloroso. No poder volver a sentir el calor de su abrazo en momentos de frío; no poder volver a sentir su olor, su aliento, la inexplicable química que nos mantuvo unidos; darme cuenta de que mis hijos (si los tengo) ya no serán hijos de él como siempre soñé, que no tendrán sus rasgos...; Hasta pensar en la posibilidad de olvidarme de su voz. ¿Es posible que una sensación tan horrible se pueda describir? No sé, yo no puedo. No encuentro palabras que puedan explicar todo lo que sentí por él, y todo lo que siento ahora por su falta.

¿Y eso de que el tiempo lo cura todo? Las pelotas. Me la soban las frases clichés. En nada de eso creo ya. Una vez me mordió un perro y aunque la cicatriz casi no se nota, tengo una sensación rara ahí desde entonces; hace poco también me chocó un auto, y a pesar de que la herida también cerró, dejó una marca que sigue siendo muy fea y sigue doliendo cuando la toco, incluso en los alrededores.

El desamor, la desilusión, la frustración, decepción y tristeza que trajo consigo mi desunión con Tuto no fue una mordida en algún músculo, ni siquiera se acerca al golpe que me dieron en la pierna con el choque de un auto que me hizo volar por los aires. Yo siento que los sentimientos por este hombre atravesaron mi pecho de lado a lado de una manera que no puede percibir ningún ojo pero sí el resto de mi cuerpo. Entero. Y los años van a seguir pasando y siento que mientras siga viva, cada vez va a ser peor: la herida va a seguir abierta y horrible y va a doler como la mierda cada vez que la toque para querer sanarla; porque la presencia de este tipo, su marca, la cicatriz que dejó en mi ser, todavía me rompe el corazón. No importa cómo rehaga mi vida, ni con quién decida compartirla. Su recuerdo, esa ilusión desencantada de vivir mi vida con él y con la hija que abortamos... Todas esos sueños hechos mierda y las demás sensaciones me perseguirán como un fantasma hasta que me muera.

No, el tiempo no está curando nada. Así que, después de llorar con todo el mundo, ahora lloro sola (a lo sumo lloro con una sola persona de mi entorno, pero sin darle muchas explicaciones). Porque me avergüenza. Porque estoy tan cansada como los que seguirían disponiéndose a escucharme después de tanto tiempo.

La única con la que sigo permitiéndome quebrar —y porque le pago, meh— es Mari, mi psicóloga. Y ella me mencionó varias cosas... Entre ellas, me quedé con tres:

Primero) Estoy en duelo. Chocolate por la noticia.

—¿Pero cuánto más voy a estar así? Es insoportable —exclamé, con una mezcla de indignación y angustia que ambas podíamos comprender.

Mari tiene más o menos mi edad. Y la diferencia de ella con las demás psicólogas con las que intenté tratarme, es que nunca sentí esa frialdad que impone la distancia del profesionalismo. No es que me da palmadas en la espalda mientras despotrico en el escritorio, pero cada vez que le hablé de situaciones realmente delicadas de mi vida además de Él, como maltratos, abusos, el aborto e ideas de suicidio... No es que ella mientras tanto apoyaba sus manos entrecruzadas a sus piernas y ya. Mari se acerca en el escritorio, rompe esa barrera de distancia de la que hablo, pero sobre todo noto su empatía, no sólo en los rasgos de su cara, sino en su mirada. Más de una vez me dejó contarle hasta la última palabra con sus ojos llenos de brillo, a veces inyectados en sangre.

Y yo sabía que mi psicóloga venía entendiendo que yo estaba harta de sentir todo lo que le describía. Comprendía mi indignación y angustia.

—El duelo es distinto para cada uno. —siguió ella después de mi pregunta—. Hay tantos tipos de duelo como personas en el mundo. Para unos puede durar durar algunas semanas (qué envidia), para otros puede durar algunos meses... Y a otros más, nos lleva algunos años.

Segundo) El duelo, además, no es un proceso lineal. No es como una escalerita que se sube cómodamente para llegar hasta arriba. Puede que un día me sienta bien y disfrute hasta de ver un pajarito pasar, que me sienta en lo más alto. Pero también puede pasar que otro día me sienta pésimo, a tal punto que no quiera ni despertarme, ni levantarme, ni hacer algo tan simple como cepillarme los dientes.

Tercero) Esta parte fue la que llamó un poco más mi atención. Estábamos hablando del miedo, entre otras cosas.

—¿Vos le diste realmente bola a lo que sentís y a todo lo que pasó? —me preguntó.

Mi cara quedó en modo avión.

—Sí. No hablo de simplemente reír o llorar. —siguió Mari—. Hablo de reconocer lo que te pasa y hacerle frente si ves que no está bueno.

Le expliqué que obviamente intenté todo.—¿Pero cómo hago para hacerle frente? —le volví a cuestionar, casi rogando —. Hago de todo pero al final no me sale hacer otra cosa más que llorar porque estoy estoy triste, o angustiada... O enojada (reconocer esto último me hizo enojar más, pero es para otro post/sesión).

—Puede pasar que hay acontecimientos que no podemos o no queremos reconocer ni ver en profundidad por miedo a los sentimientos que te generarían. Y la tristeza, por ejemplo... —Yo sentía la cara roja y trataba de tragar la congoja —Liza, es difícil atravesarla, pero hay que hacerlo para poder superarla.

"¿Cómo mierda hago para salir de todo esto?" —Pensé. Pensé en toda la gente que conocí y todo lo que hice desde que Tuto y yo nos separamos. Todo en un segundo, para ver si podía contestarle algo. Para ver si podía darle un ejemplo de que hubo algo que haya funcionado al 100%. Pero no pude. Sólo pude asentir a lo que ella acababa de decir mientras yo me secaba las lágrimas. Me sentía tan blanda, tan débil. Tan boluda. "¿Es posible seguir sufriendo por alguien que ya NO me quiere? La concha de la lora." —Puteaba en mis adentros. Me puteaba a mí. A la situación.

—Además de hablar con alguien de vez en cuando —siguió ella ¿hay otra cosa que hagas donde puedas reconocer y descargar lo que te pasa?

Y recordé este blog, obvio.

La diferencia está en que claro, no escribo todos los días porque no tengo ganas de angustiarme frente a la PC por recordar cosas dolorosas al teclear párrafos y párrafos de memorias larguísimas de un amor imposible, prohibido y frustrado. Es decir, sí, todos los días pienso, todos los días esos pensamientos, esas palabras y frases de recuerdos se entrelazan como una maraña, dando vueltas en mi mente hasta hacerme doler la cabeza y hasta el corazón. Pero pocas veces me volví a animar a sentarme a escribir estas palabras, a ordenarlas, porque sabía que hacerlo implicaría esto justamente: recordar... y por consiguiente, sufrir. Llorar. Y no estaba dispuesta, o estaba harta de sentir esta angustia que realmente me cansa y me avergüenza, lo juro, me irrita. No la quiero sentir. Y menos que me vean así después de tanto tiempo.

Pero la psicóloga me propuso algo más, y lo tomé: ver si escribir más seguido acá me sirve.

Tal vez para otro pueda ser una conclusión pelotuda, predecible, pero ¿Y si me sirve? Tal vez seguir escribiendo seguido me ayude a seguir adelante, a descargar, o simplemente saber que no tengo que hacerme la boluda con lo que siento. Aceptar que soy sensible y no darme con un látigo por eso, reconocer que me angustio, tomar esa angustia con paciencia, sublimarla de una manera sana...  Ver qué puedo hacer con los otros mil etcéteras que seguro van a surgir.

Básicamente, si quiero aceptar con amor que no volveré a estar al lado de Tuto (acá empieza la angustia fuerte de la que hablé antes); si quiero soltarlo y aceptar en paz que hoy comparte su vida con otra mujer (angustia se agranda más, LPM, no puedo escribir tranquila), aceptar que tal vez yo simplemente fui un puente para que él llegue a ella, que seguro, sí sea la madre de sus hijos (y esta es la parte donde paro de escribir unos minutos porque no puedo).

Si quiero superar este sufrimiento insoportable, vergonzoso, inútil... Podría empezar a escribir no sólo sobre él, de los recuerdos buenos y malos... sino también de las personas que aparecieron en todo este camino que siguió, que me distrajeron un rato de todo este pesar, o me ayudaron.

Aunque no pueda sentirlo así en este momento, Tuto no fue TODA mi vida. No es mi presente. 99,9% no será ni cerca de mi futuro, no lo sé. No sé si estoy preparada para saberlo si así pudiera. Y debo reconocer que está bien. Tengo mis dos piernas, debo seguir adelante. Está bien.

No puede ser que la vida se trate sólo de lágrimas y angustia. No puede ser. No es justo. Con él tuve las ganas de vivir, fluir y proyectar como no pude hacerlo nunca más con nadie. Pero tiene que haber alguien más con quien pueda sentir lo mismo, o al menos parecido... Y si no, tengo que encontrar la manera de sentirme bien proyectando mi vida sola, reconociendo que en realidad, nunca lo estuve porque hay mucha gente que me quiere y me quiere en su vida, y quieren verme feliz y avanzando.

Voy a tratar. Debo esforzarme. Aunque ahora mismo piense y sienta que no tengo nada más que perder.

jueves, 11 de enero de 2024

Blindaje

No sé si cada vez que leyó un post mío fue porque hizo alguna tramoya para recibir notificaciones para ver cuándo publicaba en este blog.

No sé si fue que entraba cada tanto para ver si de casualidad encontraba qué era de mi vida en su ausencia, o si simple y casualmente encontraba un post nuevo justo cada vez que entró.

No lo sé. Nunca voy a saberlo. Pero más allá de las cosas que siento, que sigo sintiendo, quiero seguir alojándolas en este espacio que alguna vez fue de él porque su recuerdo también forma parte de mi presente, y lo quiero conservar. Este lugar, junto a mi terapeuta, es el único donde puedo sentirme transparente al 100%, sin miedo a que me juzguen. Puedo sentirme vulnerable, sin miedo a que me lastimen.

Tuto había sido la primera y única persona con la que me había animado a exponerme por completo, con total confianza y sin reservas al amor. Por profundo amor, el más puro e inexplicable amor que una persona puede sentir por alguien, le mostré mi vulnerabilidad a flor de piel y abracé sus manos para poner mi corazón allí, totalmente enamorada, totalmente segura de que me cuidaría.

Pero terminé tan lastimada (sé que él también, y lo siento), que las heridas aún siguen abiertas y sangran con cada latido.

Así que este blog es prácticamente mi vida entera. Como él lo ha sido. Lamentablemente él ya no forma parte de mi presente hace mucho. Ya pasó un tiempo considerable. Y tiene otro corazón en sus manos.

Voy a guardar estas lágrimas y este corazón en este blog, que nació junto a la hermosa ilusión de que Tuto sería el hombre de mi vida.

lunes, 30 de octubre de 2023

Telepatía frustrada

Me pasa de la nada. Puedo estar haciendo cualquier otra cosa, y de repente me invade esa sensación inexplicable. Me doy cuenta de que tengo la mirada perdida. Si lo pudiera traducir en palabras, sería algo así como "¿Me llamaste? Porque te siento."

Así me pasa algunas veces. Contadas veces. Y cuando me doy cuenta, sigo con lo que estaba haciendo, pensando en que soy yo... Otra vez con mis giladas.

El pasado fin de semana largo me volvió a pasar.

Simple y llanamente, la imprudencia de un conductor hizo que me chocara con su auto. Me levantó y caí muy fuerte, dándome la cabeza contra el cordón de la calle.

No llegué a desmayarme y tuve la lucidez suficiente para sentir todo lo que implica que un auto acelerado te lleve puesta. Lo que más recuerdo es haber caído en la cuenta de todo lo que estaba dentro de mi cráneo, que se movía en un vaivén gelatinoso y con un dolor que no recuerdo haber sentido antes.

Pero estaba en shock. Cerré los ojos porque me di cuenta de que no podía ver la luz del día, me dolía; porque no podía conectar mis pensamientos con mi lengua para emitir respuesta a los que me preguntaban si estaba bien. Pero sobre todo porque es verdad: durante unos segundos, sin quererlo, pensé en todos los que amo y que alguna vez amé... Especialmente en el último.

Entre la mezcla del dolor físico y el shock, pude pensar algo así como: "Te siento fuerte. Ojalá pudieras llegar a sentirme igual, porque quiero que sepas que te quiero y que nunca lo voy a dejar de hacer."

Al segundo siguiente pude abrir los ojos, vi la luz blanca del día, los sonidos volvieron a mis oídos. Les pude contestar a quienes me hablaban.

Después me vino a buscar la ambulancia. Y mientras estaba acostada en la camilla de la guardia con el cuello ortopédico, y todo el cuerpo lastimado y golpeado, pensaba llorando en que el porrazo me había desacomodado las ideas y que tenía que dejar de pensar en cosas tan trilladas.

jueves, 13 de abril de 2023

Ayudame a sobrevivir, tío.

El 11 de octubre del año pasado, 2022, mi tío falleció. El que me vio nacer, crecer junto a mis primas, al que recibía cada vez que él llegaba de trabajar mientras yo jugaba con mis primas. El que quiso cuidarme en mi adolescencia cuando me puse de novia. El que se emocionó cuando me abrazó en mi fiesta de 15 años.

No lo volvería a ver nunca más.

El día de su velatorio, quise escribirle unas palabras, pero no podía. Las horas pasaban y la ansiedad iba llegando: "Debés hacerlo. Ahora." Así que agarré mi celu y empecé a tipear.

Pero los malditos síntomas empezaron a aparecer. Eso era a lo que temía. Los reconocía. Primero, el temblor de mis dedos no me dejaba escribir; después, empecé a quedarme sin aire, sentía que los pulmones dejaban de funcionarme. Un dolor inexplicable punzó hondo en mi pecho y las lágrimas enceguecieron mis ojos.

Traté de ir lo más silenciosamente hasta mi hermana menor. "Por favor, ayudame" recuerdo que le dije con un hilo de voz entrecortada... Pero para entonces ya era tarde. No me acuerdo qué pasó en el mientras tanto ni poco después.

Esa fue la primera vez que me dio un ataque de pánico en público. Y ahora, escribiendo estas líneas, me doy cuenta de la frialdad con que fue visto el tema en ese momento... Y no paro de pensar: "¿Habrán creído que actué?". Sí. Y lo pienso con vergüenza, de verdad lo pienso, porque me doy cuenta de que hay tanta ignorancia referida sobre la salud mental, que si te pasa algo así... Una de dos: o no te creen, y si te creen, en general piensan que estás loco.

El 18 de diciembre de ese mismo año intenté suicidarme por segunda vez. Me internaron en una clínica psiquiátrica y cuando salí de alta, me enteré de que cuando había entrado a la clínica una tía muy cercana jugó al 22 en la lotería.

Desde entonces me di cuenta de que no importa cuánto pueda explicar sobre lo que me pasa, sólo entenderán los que quieran entender. Y no importa cuánta sea la compañía que necesite, la mayor y mejor compañía que tenga debo ser yo misma.

Y lo digo con un nudo en la garganta, porque aún hay días donde pensamientos negativos todavía invaden mi mente junto a sentimientos tan desagradables que siento que se me vacía el pecho. Que se me me vacían las baterías... las ganas. Hasta empecé a fumar.

Pero hay otros días.

Cuando salí del alta de la clínica psiquiátrica (donde vi las cosas más horrorosas de mi vida), fue la primera vez que pude disfrutar sinceramente de un atardecer. Por primera vez saboreé con ganas un café con leche. Me puse contenta de poder comer un chocolate.

Y a pesar de que sigo yendo a la psiquiatra, de que todos los días me cuesta muchísimo levantarme como nunca antes, jamás tuve tan presente la palabra LUCHA como en estos momentos.

Mi sobrinita es la razón de mi existir. Mis hermanas, mis viejos... Mis viejitos, cuya compañía es una bendición en estos días; mis amigos; mis ambiciones, mi carrera (esto último va lentísimo, pero va...). Todo esto son puntapiés para estar mejor.

Hace una semana empecé con una psicóloga nueva. Hoy fue la segunda sesión y me pidió por favor que me tuviera paciencia. Que sea tolerante conmigo misma. Que estoy haciendo un montón considerando que todo fue tan reciente. Por primera vez me sentí comprendida y salí tan conmovida que es la primera vez que lloro mientras escribo estas líneas recordándolo. Ni la medicación psiquiátrica sirve para contener el llanto en momentos de tanta conmoción.

Ahora, al llegar, encontré la casa sola.
Me serví un vaso con coca y fui al balcón. Ya hacía frío así que me abrigué, prendí un cigarrillo... Pensé en mi tío otra vez. Y pensaba.

"Esta mierda se llevó a mi tío." Pensé mirando al pucho. Y también recordé a María, mi psicóloga: "Tenete paciencia"...

Exhalé humo y dije en voz alta: "Ayudame, tío". Miré hacia arriba como allí estuviera la respuesta a todo.

Después de eso, volví a entrar todo, puse la coca al lado de la PC, y me puse a escribir este post.