Un Domingo 16 de Enero, en medio de las piletas de Parque Norte, me enteré de que todas las noches sin sueño, dolores y vómitos de mi hermana mayor se debían a una hepatitis que no la dejaba respirar.
Haciéndose todo demasiado rápido, el Lunes 17 siguiente me encontré en una entrevista en Sofitel, un hotel cinco estrellas de Retiro. Preparé mi curriculum, maquillé mi cara, peiné mi pelo y pensaba invertir la mejor sonrisa que me saliera en aquella entervista a la cual, a pesar de la tristeza que me provocaba la enfermedad de mi hermana, tenía la obligación de asistir.
Una hora después, salí del hotel con ilusiones de trabajo pero con la angustia de temer por la salud de mi hermana. Caminando una cuadra encontré una iglesia, grande, algo antigua, ya la conocía. Decidí entrar y al encontrarla totalmente vacía, sólo para mí, aproveché la posibilidad de elegir el lugar que quisiera.
Tomé asiento sin saber siquiera qué pensar, cabizbaja. Pensé en la charla de mi reciente entrevista, en las ganas que tenía de que me volvieran a llamar... y después pensé en mi hermana.
Para mi sorpresa las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos como desesperadas, impotentes, como si hubieran estado atrapadas en mis pupilas desde que escuché esa palabra tan fuerte: "hepatitis".
Ni siquiera sabía si rezaba. Hablaba en voz baja suplicando por su salud, llorando en medio de una iglesia totalmente vacía como si me encontrase en los momentos culminantes de una novela mexicana. Le explicaba al altar que tener este trabajo ayudaría mucho a mi hermana, a sus estudios, a su mejoría. Necesitaba y deseaba con todas mis fuerzas que mejore, y el "Amén" que salió sollozando imploró por última vez que Así Sea, agonizante.
Varios días después me di cuenta de que no iba a tener el trabajo y veía que mi hermana no mostraba demasiada mejoría, lo notaba en sus ojos amarillos, en su hígado exageradamente débil. Así fue como me encerré en mi desolación, pesimista, agustiada, sin esperar nada más, sólo lo peor.
A pesar de todo la acompañaba cada día que podía al sanatorio para sus estudios y controles. Pasaban los días y ella en su desgastada fuerza siempre trató de mejorar...
Luego me llamaron de otro lugar, no muy distinto del hotel cinco estrellas, y a pesar de que me limité a no ilusionarme, me volvieron a llamar otra vez, y otra vez... hasta que me dijeron que me querían trabajando ahí.
Mi hermana mejoró, se curó, empezó a trabajar de nuevo. Y el Miércoles 9 de Marzo, va a ser mi primer día de trabajo en Novotel, un hotel cuatro estrellas que forma parte de una cadena de hoteles donde también está incluída Sofitel...
Éstos días pienso volver a Retiro y dejar flores en la última iglesia que visité, donde lloré. Porque así fue, así se hizo, mis súplicas se cumplieron de esta manera.
7 comentarios:
Un viejo jurista romano, que se llamaba Ulpiano, dejó una frase un día que creo que es contundente en este caso: "A cada cual lo que se merece". Después de saber lo que merecemos, solo nos queda tenacidad y paciencia. Las cosas llegan.
Me gusta mucho la manera sensacional en que la que escribís.
Gracias a Dios tu hermana está bien, y tenés un empleo nuevo y seguramente muy bueno! Aprovechalo, el tren pasa una sola vez y es mejor estar en el que en la estación viendo como se va.
me encanto como redactaste todooooo.. con detalles!!
exitos y felicitaciones por el nuevo trabajo, se t abrio una nueva puerta.
y la anoticia mas feliz, es la de tu hermana.. :)
Te dije que iba a salir todo bien =D.
Eso demuestra que nunca hay que perder las esperanzas, que todo se puede solucionar.
ME ALEGRO MUCHO QUE TODO ESTÉ BIEN!
Una pequeña duda: Hace cuanto están con tu novio? (:
mi duda venia a que no sabia como sacar la cuenta de la cantidad de dias que estan de novios u.u pero es mucho, y al parecer estás muy feliz por eso!
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