Hacía meses que no escribía. No por falta de ganas sino porque cada vez que entraba a hacerlo, había algo en mí que me hacía sentir que simplemente no era el momento... Es algo raro de explicar.
Hace un rato, sin embargo, noté que lo que me empuja a escribir con dedicación y ganas son las emociones fuertes... Y siempre, durante los últimos años, lo único que me llevó con más fuerza a escribir fue el llanto... En especial por la tristeza.
Repasando mis textos, me di cuenta de que a casi todos terminé escribiéndolos con lágrimas en los ojos... Lo noté porque al volver a leerlos, recordé mis sentimientos al escribirlos, y así fue cómo terminé reaccionando de nuevo: con lágrimas.
Está bien, escribir siempre fue una de mis únicas maneras de hacer catarsis y descargar mis emociones... Pero no me enorgullece reconocer que en casi todos mis textos de los últimos cuatro años casi siempre estuve anegada en llanto.
Hace unos días dejó de hablarme. Fue algo consensuado, yo también quedé en no hacerlo, pero al no hacerlo me siento desorientada, como todas las veces que tuvimos que alejarnos por algún tiempo. La desorientación me da incertidumbre, y supongo que eso es lo que me angustia. Este tipo de angustia es la que me lleva a escribir...
No obstante, y como dije antes, no me gusta pasármela escribiendo cosas que prediquen tristeza... Con lo cual llegué a pensar en la posibilidad de que si durante los próximos meses sigo sintiéndome igual... Cerraría este blog.
Me daría mucha pena hacerlo, sí. Este blog lo creé en mi adolescencia, y a pesar de los últimos textos, también está lleno de anécdotas lindísimas... Pero lo había creado, sobre todo, para demostrar el amor que siento por él. Y un blog que demuestra tristeza no está bueno... Mucho más si esa tristeza se debe a ese mismo amor que sentís.
Me da mucho miedo el duelo...
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