- ¿Y si voy a tu casa? -te pregunté, llena de ganas de verte.
- ¿Para hacer... qué? -me contestaste vos, haciéndote el desentendido.
- El amor. -escribí, de repente y casi sin pensarlo.
Después de unos segundos, pensé un poco más y mi mente recalculó esa respuesta. Recordé lo que me habías dicho hace algún tiempo ya, y todo lo que implicaba semejante oración: "hacer el amor". Fue entonces cuando mi parte tímida, poco ariesgada, casi cobarde, borró esas dos palabras reemplazándolas por otras dos, bastante más esperables dentro del contexto:
- La chanchada.
Y te lo envié, guardándome -de nuevo- un poco más de todo eso que me hacés sentir pero que no me animo a decirte.
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