sábado, 20 de septiembre de 2008

Yo siempre había soñado con tener mi primer beso bajo la lluvia (Sí, CURSI) y con el chico que me gustaba desde el jardín: Ale. Me acuerdo que el nene la flasheaba todo el día y siempre creía que podía volar (Se tiraba del estante desafiando a mis demás compañeritos. La maestra lo cagaba retando) y lo más lindo: gustaba de mí.
Obviamente él no sabía que yo estaba enamoradísima de él hasta que por medio de una amiga me pidió "para ser la novia". Yo muerta de vergüenza le contesté que sí, estaba colorada y bajaba la cabeza para no verlo.
–Ahora sos mi novia –me decía en el recreo mientras yo estaba en el subibaja– así que puedo darte un beso ¿No?
Yo era tan inocente que sólo quería que me diera besos en el cachete. Pensaba que los besos en los labios podían dejarme embarazada.
Nunca más supe de él desde el momento que egresé del jardín, en el 96'.
Sin embargo cuando en el 2006 comencé la secundaria, él ingresó conmigo en el mismo colegio.
Yo al principio no le hablaba porque ni siquiera lo había reconocido, ninguno de los dos sabía quién era el otro. Cuando nos empezamos a hablar bastante seguido nos dimos cuenta, ¡y hasta descubrí que vivía muy cerca de mi casa! (El mundo es un pañuelo, la pucha).
Un día me invitó a tomar café con leche a un bar (él sabía que siempre me gustó todo lo que tenga cafeína) y aunque el día estaba horrible, después salimos a la plaza y comenzamos a recordar un montón de anécdotas de nuestra infancia, sentados en el pasto.
El sol se ponía y yo sentí frío (Odiaba abrigarme) y él, como era de esperar, sacó su campera “de repuesto” que había estado metida dentro de su mochila.
Alejandro me abrazaba (Yo seguía teniendo frío, la puta madre) y nos reíamos de las pelotudeces que hacíamos "de novios" cuando éramos chiquitos.
–¿Seguís volando? –Me acuerdo que le pregunté yo, con la cara por debajo de su cuello– –Sí, ahora voy a salvarte de la maestra gritona –Sentí una cosquillita sobre mi cara cuando percibí que él también se reía al decir eso–
Los dos escuchamos el trueno que venía de arriba, y abrazándome más fuerte todavía, me preguntó:
–¿Vos decís que si te doy un beso en el cachete te vas a quedar embarazada?
Yo levanté mi cabeza para mirarlo y correjirlo con un "¡No era en el cachete, boludo! era en los lab...!", exacto, en los labios. Estaba muerta de risa y de vergüenza. Él acarició mi mejilla. Estaba tan cerca que hasta podía contar sus largas pestañas.
Fue suave el beso que me robó cuando empezó a llover. Y no, no quedé embarazada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿No lo habías dicho ya en tu fotolog esto? *-).