Después entraste vos. Estaba fresco afuera así que rápido me hice una bolita en tu cuerpo calentito. Apoyé mi cabeza en tu cómodo pecho, me abrazaste de igual manera y, ya entrelazados nuestros cuerpos, al darme un rico beso en la frente, me dijiste:
- Qué rico perfume tenés en el pelo.
Te miré algo sorprendida. No había usado un champú diferente, y después caí:
-Ah. Ay, gracias. Es el protector térmico. Lo uso para que el pelo no se me eche a perder con el secador.
Vos seguiste besando mi frente y mi cabello como si fuera la sensación más placentera del mundo: "Bueno. Huele muy rico."
Hoy en día, el protector térmico me dura meses. Ya no me esmero tanto por cuidar mi pelo como antes...
Pero hoy, después de mucho, lo volví a usar. Mimé mi pelo mientras me lo secaba como hacía mucho no lo hacía... Pero se me caía de a mechones. Aquél cabello fuerte ya no era tal. Ya no estaba sano como aquella vez.
Ahora, al acostarme en esta cama vacía, huelo este perfume y con él recuerdo tus palabras, tus piropos y esos cariñosos besos, que nunca dejaron de encantarme.
Y sí, ya sé que es muy probable que vos no tengas idea de este recuerdo, pero mi mente lo trajo atesorado a la memoria, junto a este deseo inmenso de siempre, de poder abrazarte una vez más.
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