—¿El blog? Lo cerré. —Le contesté, casi al instante.
—¿Por? —Curioseó.
—Era muy triste. —Recordé. Yo seguía apoyada en su pecho, mirando a la nada con seriedad.
Y no se habló más del tema.
Corría mediados de 2016. Hacía poco que habíamos reconocido que no podíamos seguir separados, e intentamos reconstruir las esperanzas. Recuerdo que en ese momento ya no quería tener en mi memoria lo escrito en este blog hasta entonces.
Ahora, año 2021, con el corazón totalmente roto y las esperanzas definitivamente desaparecidas, me pregunto: ¿Quién mierda era yo para reprimirme de escribir, aunque sea sólo sobre emociones tristes?
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