miércoles, 14 de enero de 2015

Vestigios de cosas pasadas. Parte 1.

Creo que nadie safa de tener al menos UN objeto que represente algo para sus vidas. Una foto, un envoltorio de alguna golosina, algún llavero, alguna remera o cualquier otra prenda de vestir, algún frasco de un perfume, algún cabello —para los ya muy enfermizos— o alguna piedra... todo es bienvenido a lo que de simbólico se trata. Y todo, al fin y al cabo, representa lo mismo: algún recuerdo que nos lleva a ese momento especial, con, seguramente, alguien que es o que fue especial. ¿Cuál sería el sentido de tal reliquia, si no?

Yo tengo varias pequeñas reliquias. Pedacitos de mi pasado, de esos que me hacen sonreír y arder los ojos a la vez. Todas de diferentes personas... cada una con su singular significado. Sin embargo, tal vez por la prepotente cursilería y gomosidad que me caracteriza, reconozco tener unas pocas que son llamativamente importantes para mí. Entre ellas, Seis, mi peluche.

Sí, leyeron bien. Peluche. Adulta de veintitrés años y cerca de ser licenciada... Un peluche.
Y sí, también leyeron bien. Seis es su nombre (sí, sí... también eso. Hasta tiene nombre).

—¡Awwwww! —exclamé ante su regalo, totalmente emocionada. Recuerdo perfectamente cómo Él me imitó al segundo siguiente, sonriendo con suficiencia y abrazándome, lleno de satisfacción al saber que me había encantado.

Era 14 de septiembre de 2008 y Él y yo estábamos cumpliendo seis meses de novios —de ahí el extraordinario, impensado, impredecible y original nombre— y esta preciosura, en forma de perro, venía escondida en un elegante bolso de color rosa. No más alto que mis dos puños juntos, el perrito, de un pelo blanco que literalmente brillaba, llevaba unas largas orejas de color marrón claro, ojos negros, una especie de correa que imitaban a un moño en su cuello y un pomposo corazón rojo colgando de su hocico, con la típica frase que completaba la perfección del momento: Te amo.

Recuerdo que llegué a mi casa como si llevara un trofeo digno de una reina. Me sentía una reina, y como tal, la más feliz de todas, apoyé a Seis en mi cama.
Me dí cuenta de que su pelo era adictivamente suave. Casi por acto reflejo lo abracé... y recuerdo cómo abrí los ojos apenas lo hice. El peluche olía a Él. Tenía puesto su perfume —qué raro, ¡mi novio estaba en todas!

Desde entonces siempre dormí con Seis en mi cama. Así lo dejara a un costado para dormir, notaba cómo, todavía dormida, inconscientemente lo alcanzaba para abrazarlo. Era un pedacito de Él materializado, con su perfume y suave. Era perfecto... Me hacía feliz con tan poco. Con tanto, a la vez.

Después de que me dejó, Seis fue como el único sostén que tenía las noches que no podía dormir por el llanto. Pasaba el tiempo, y yo seguía abrazándolo, como si todavía pudiese abrazar a ese pedacito de mi vida que ya no estaba... Haciéndome creer aunque sea por unos segundos que aquella frase en su corazón seguía siendo cierta. "Te amo".

Tanto llegó a pasar el tiempo, que llegué a pensar en que guardarlo sería la mejor opción. Pero no pude hacerlo, no hasta ahora.
Este año va a cumplir siete años. El pelo de Seis ya no brilla, ya no es tan suave ni es tan blanco como al principio. Ya no lleva su perfume, el moño de su correa ya no tiene forma, y para cualquiera, incluso para Él, Seis no sería más que un peluche insípido, sucio, viejo y sin significado alguno. Pero la leyenda en ese corazoncito en su hocico sigue intacta, tal y como la primera vez que pude leerla... Recordándome lo feliz que había sido gracias a quien me lo había regalado, y a quien creo que va a ser el único a quien amé tanto.

Y lo peor de todo es que creo que Él no tiene idea de que sigo durmiendo con Seis. Creo que hoy va a tener que bancarse un par de lágrimas más cuando me vaya a dormir... más sabiendo que hoy, fecha 14, tampoco tiene significado alguno ya.

1 comentario:

Nada más importa dijo...

Siempre vas a encontrar a que aferrarte, que signifique nada o que lo signifique todo, es así.
Pero nunca esperes que la persona que esta detrás de tus recuerdos lo sienta igual, o lo entienda, porque casi nunca pasa.
No por eso hay que apegarse demasiado, ni ser fría y no sentir nostalgia con o por ningún objeto.
Eso es lo que yo creo.

Un beso!!