lunes, 29 de diciembre de 2014

Ave Fénix

"La leyenda del Ave Fenix relata la historia de un ave capaz de renacer de sus propias cenizas.
Es un ave que inspira volver a comenzar a pesar de vivir situaciones adversas.
Es un símbolo del renacimiento físico y espiritual."

Este blog forma parte de mi historia. Y aunque sé que el pasado es inalterable, mi futuro sí puede serlo. Es por eso que, a días de terminar este año, quisiera empezar de cero... al menos simbólicamente y de esta forma, mediante este medio:


Me llamo Liza, tengo 23 años y vivo con mi familia: mis papás, dos hermanas -yo soy la del medio- y mis tres perras. Estudio turismo en la universidad, piano en un conservatorio de música clásica, e inglés en otro instituto. Tengo demasiadas aspiraciones para mi edad, pero debo reconocer que mi auto-motivación a veces no llega a ser suficiente para alcanzar todo en tiempo y forma.

Después de haber pasado por alguna que otra relación sin relevancia en comparación, estuve -felizmente, vale la aclaración- de novia por cuatro años con un chico que dejó una marca tan especial en mi vida que, al día de hoy, a veces sigue ocupando mis pensamientos con un ímpetu inquebrantable.

Soy medio rara en comparación a otras minas de mi edad, eso es algo que también tengo que admitir (algunas características de mi perfil dan cuenta de eso)... pero creo que eso es lo que me hace única, al menos para las personas que supieron conocerme a fondo.

Todo lo demás que tenga que decir de mí, se sabrá en lo que siga plasmando en este blog de acá en adelante.

jueves, 20 de noviembre de 2014

El día que nos pusimos de novios, recuerdo que tuve una mezcla de sensaciones que todavía ahora, casi siete años después, todavía no puedo explicar con total exactitud.

Las alborotadas hormonas de mis 16 años llenaban mis venas de euforia y hacían latir rápido mi corazón; pero a la vez, aquella parte de mi mente, pensante y bastante madura para mi edad, daba vueltas alrededor del mismo tema: "tengo miedo". Miedo a llorar de amor; de enamorarme y terminar no siendo correspondida; de sufrir por culpa del desamor. Eso. Miedo a que el sentimiento que demuestro no sea recíproco.

Al pasar un poco de años más, me di cuenta de que en realidad no tenía ni idea de lo que significaba sufrir por el amor de alguien... hasta que empecé a sufrir por él. No sólo porque se había destruído todo con quien fue el primero -y el único- con quien había empezado a tener sueños y proyectos de vida más realistas, sino porque realmente no logré tener esa conexión tan particular que tuve con él, con otra persona.

Y lo intenté, ¿eh? De verdad lo intenté. Pero incluso ahora, lo veo y empiezo a sentir las mismas ansias que sentía cuando lo veía las primeras veces, siendo una puberta. De verdad que no estoy jodiendo cuando digo que es la única persona cuyos abrazos más me gustan y mejor me hacen; juro que me toca y sus caricias reverberan en todo mi cuerpo. Es increíble que todavía ahora siga teniendo ese efecto en mí... Increíble, y a veces hasta diría que triste.

Y a triste me refiero a las circunstancias actuales... es horrible seguir sintiendo todo esto por él y no poder decírselo más. Un montón de veces me pasó que tenía que ir de brazos cruzados a su lado porque tenía miedo de que notara mi piel erizada si me tocaba; me daba miedo abrazarlo y que se diera cuenta de que sus abrazos me hacían temblar...

Pero lo que siempre me costó más esconder, fueron mis lágrimas. Un montón de veces me fue inevitable llorar -estando a su lado, disimuladamente y en silencio, tratando de que no me viera- debido a la impotencia de no poder decirle lo que sentía por él. Y sí... a esto me refería con mi miedo a sufrir.

sábado, 23 de agosto de 2014

El Himno Nacional empezó a sonar en alguna casa cerca de la mía. La melodía entró por la ventana abierta de mi cuarto, haciéndonos saber a todos los que la escuchábamos que ya eran las doce de la noche del 22 de agosto. Cerré los ojos, entonces, pensando en el día que acababa de terminar. Un par de lágrimas siguieron mojando mi almohada... y pensé en que aquél fue no sólo el fin de un día corriente, sino también el de una etapa larguísima y que me cuesta mucho cerrar todavía.

Con una vista muy borrosa, leí que me querías y me di cuenta de que mientras tanto estaba abrazando a Seis. Leí que me querías y que querías verme y no pude evitar imaginar mis sesos revolviéndose al tenerte en frente y ya no poder mirar esos ojos tuyos como siempre lo hice desde que te conocí.

Y eso es lo que pasa. Mi cuerpo sigue diciéndome que es tuyo y todas las terminaciones nerviosas de mi piel se estremecen de sólo verte.
Quiero darte un beso en el lunar de tu cachete derecho. Quiero acariciar la cicatriz de tu nuca y hundir mi nariz en tu cuello perfumado al abrazarte...

Quiero abrazarte. Tengo tantas ganas de abrazarte, que me tiembla el cuerpo entero.
Quiero decirte que te extraño, quiero decirte lo importante que seguís siendo para mí, me muero por decirte todo lo que te quiero... pero sé que nunca más voy a poder hacerlo como siempre lo había hecho.Y la impotencia me duele... Me duele muchísimo.

"Pero pase lo que pase, y aunque otro me acompañe, en silencio te querré, en silencio te amaré, en silencion pensaré tan sólo en tí."

martes, 24 de junio de 2014

Reconozco que el paso del tiempo ayuda a quitarte el amor de encima... pero jamás el cariño ni los recuerdos.

No me olvido de vos.
No tengo ganas de hacerlo jamás.

Te quiero tanto, Augusto. Estés donde estés, sea lo que sea que estés haciendo... ojalá puedas sentirlo en este instante.

viernes, 10 de enero de 2014

Lo que nunca te digo

Hoy me senté a esperar el colectivo en un lugar donde alguna vez, como tantas otras veces y en tantos otros lugares, me abrazaste y me diste un beso, despidiéndote.
Con la mirada perdida empecé a recordar ese tipo de cosas, sólo lo bueno: nuestros reencuentros después de muchos días sin vernos, las veces que me mirabas de una manera que yo sola creí conocer... era como que tu imagen seguía haciéndose presente en mis pensamientos casi como inconscientemente y, entre la impotencia mezclada con cierta nostalgia, me pregunté: ¿será que en algún momento del día pensará en mí de esa manera?

Y sí, a veces, cuando me leés los pensamientos con la mirada y me sonreís; cuando me hablás con ojos algo anegados de que me querés; cuando me agarrás de la mano y la besás con los ojos cerrados, o cuando de la nada me abrazás como si no fueras a verme nunca más... me es inevitable pensar: "¿me extrañará?"

Más de una vez me pasó que de tanto mirarte tuve que reajustar mis pensamientos y agachar la cabeza para contener tantas preguntas. Estoy llena de preguntas porque es lógico confundirme con tantos dichos y hechos que tanto se contradicen. Es como que una parte de mí que en realidad SÍ sabe las respuestas, y muy bien, pero está aquella otra parte que no, no cree en ESAS respuestas y, claramente, busca otras, muchas veces ya inexistentes.

¿Que si me extrañás? Varias veces me lo dijiste. Entonces, ¿por qué me lo sigo preguntando.......?
Supongo que porque tengo que aceptar que, en realidad, ya no lo hacés de la manera que yo creo, y listo.